Nuestra historia comienza por la concurrencia de una serie de circunstancias. El enfrentamiento entre los bloques alcanzó su punto álgido a comienzo de los años 80 con la llamada Segunda Guerra Fría y una oleada de terror recorrió Europa ante una posible catástrofe nuclear. Con ocasión de la crisis de los euromisiles se desató la conciencia pacifista de amplias capas de la población europea, que asumió un creciente protagonismo público en las calles y a través de múltiples iniciativas.
Aragón era una de las regiones españolas con más fuerte presencia militar, ya que albergaba la Academia General Militar, la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales de Jaca, el Politécnico de Calatayud, los campos de maniobras y tiro de San Gregorio, Caude y Bardenas, importantes unidades militares, y sobre todo la Base Aérea utilizada por los EE.UU. (que concitaba el mayor rechazo ciudadano). Es lógico que en Aragón surgiera también un fuerte e imaginativo movimiento pacifista, cuyas iniciativas se multiplicaron, alcanzando carácter emblemático el Puente por la Paz en 1983 y el Campamento de Mujeres por la Paz en 1984.
Mientras tanto, en 1983 fue aprobado el Estatuto de Autonomía de Aragón y las elecciones dieron paso al primer Gobierno de Aragón de la democracia. El nuevo ejecutivo socialista, presidido por Santiago Marraco, tenía como Consejero de Cultura a José Bada, persona clave en nuestra historia. José Bada y el Gobierno en su conjunto creyeron necesario incluir dentro del nuevo proyecto cultural de Aragón la investigación para la paz. La paz -pensaban- es demasiado importante para dejarla a la pura visceralidad de cualquier signo. Tiene que ser objeto de investigación, análisis, propuestas razonadas y debate.
A comienzos de 1984 el Centro Pignatelli, institución cultural privada de la Compañía de Jesús, pero con reconocida autoridad y una fuerte implantación social, recibió del Gobierno de Aragón y aceptó el encargo de poner en marcha una plataforma de investigación para la paz. Coincidía con la reformulación de la misión de los jesuitas en la que la promoción de la fe y el trabajo por la justicia resultan inseparables. Aragón se convirtió así en la primera Comunidad Autónoma española que incluía la investigación para la paz en su proyecto cultural. Esta decisión ha sido confirmada posteriormente por todos los Presidentes de la Comunidad autónoma de diferente signo político que se han sucedidoy por las mismas Cortes de Aragón, ante cuyas Comisiones correspondientes hemos comparecido. El Centro Pignatelli, al aceptar un reto nada fácil a pesar de contar con el apoyo moral y económico del ejecutivo, puso como condición su total independencia en el trabajo, extremo que se nos garantizó gustosamente.
Durante la primavera y verano de 1984 desarrollamos una frenética actividad. Queríamos garantizar para el nuevo proyecto el rigor científico en el método, la independencia en la orientación, la interdisciplinariedad en el trabajo y el respeto mutuo en el debate colectivo. Acudimos a presentar nuestro proyecto y a invitar a participar en él a todas las Facultades de la Universidad y a los Colegios Profesionales. En el deseo de incorporar al trabajo por la paz a los militares, mantuvimos entrevistas con personas claves en el Ministerio de Defensa, Capitanía General, Academia General Militar y Academia de Suboficiales de Talarn. Tuvimos cerca en nuestro proceso a Pedro Arrojo y Víctor Viñuales, lo cual nos proporcionaba la necesaria conexión con el movimiento pacifista del que eran líderes significados. A la vez, establecimos contacto con las escasas personas e instituciones que en la España de aquellos años se dedicaban a los estudios para la paz, siendo especialmente significativa nuestra relación con Mariano Aguirre, que aquel mismo año dirigió el nacimiento del CIP en Madrid, y Vicenç Fisas, en Barcelona. El 25 de septiembre de 1984 se pudo firmar el primer convenio de colaboración entre la Diputación General de Aragón y el Centro Pignatelli. El 9 de noviembre del mismo año tuvo lugar la sesión inaugural del Seminario, no sin el recelo de algunos sectores de diverso signo.
Veinte años después la Fundación Seminario de Investigación para la Paz recoge la inapreciable herencia que han dejado hombres y mujeres de múltiples profesiones, compromisos políticos y sociales, ideologías y credos, de dentro y fuera de Aragón. Ellos y ellas han aportado su capacidad, su esfuerzo y su ilusión a los objetivos del Seminario de Investigación para la Paz en un tiempo de acelerados cambios, generando una enorme plusvalía moral e intelectual. En su pluralidad, además de su competencia profesional, han formado una verdadera «comunidad de solidaridad», que quisiera representar los anhelos mejores y más justos de la gran comunidad humana. Las circunstancias del mundo han cambiado desde 1984. Hemos comprendido que la paz debe construirse no sólo por miedo ante una catástrofe nuclear (entonces) o ante el terrorismo (ahora), sino porque es lo único verdaderamente humano. Creemos que la paz es indivisible en el escenario mundial y en nuestro pequeño entorno social. La paz es una cultura, como intuyeron quienes nos impulsaron y como proclamó solemnemente a comienzos del milenio la UNESCO.
El trabajo de la Fundación SIP se desarrolla al amparo de un Patronato en el que mantienen representantes las Cortes y el Gobierno de Aragón, el Centro Pignatelli y la Compañía de Jesús. A lo largo de los años, han dirigido su trabajo, Jesús María Alemany Briz, S.J. (1984-2002) y la profesora Carmen Magallón Portolés (2003-2018). Desde 2019, la dirección recae en la profesora María Jesús Luna Serreta.